Rutas inseguras, plantas obsoletas, dependencia del exterior y fallas recientes en los ductos revelan una cadena energética que funciona con lo justo.
México depende cada vez más del Gas Licuado de Petróleo para sostener la vida diaria en los hogares. Sin embargo, la estructura que sostiene ese consumo masivo opera en condiciones frágiles, saturadas y altamente vulnerables. Según expresó a Surtidores Latam el especialista Ramses Pech, el país vive “un equilibrio energético que parece estable desde afuera, pero que en realidad funciona al filo de su capacidad”.
El territorio nacional demanda entre 39 y 42 millones de litros diarios de GLP, pero solo el 30% se produce internamente. El resto del gas llega por vía marítima, por carretera o a través de la limitada red de ductos existente. México cuenta con solo cuatro ductos activos, de los cuales dos son privados. El Sistema Nacional de GLP de PEMEX es el más relevante y concentra la mayor parte de la capacidad de transporte. Cuando esta infraestructura se interrumpe, incluso por razones de seguridad, el impacto se vuelve nacional.
Esto ocurrió recientemente debido a las inundaciones en Poza Rica, que obligaron a suspender temporalmente el ducto Altiplano. Aunque había suficiente inventario, la interrupción volvió evidente la fragilidad del sistema. “El problema no fue la falta de gas, sino la falta de rutas seguras y funcionales para moverlo. Si la logística se detiene, el mercado se frena, y el consumidor lo resiente de inmediato”, sostuvo Pech.
México tiene 34 permisos de almacenamiento vigentes, distribuidos en 16 estados, que suman 960 millones de litros, entre 20 y 22 días de inventario, y otros 101 millones en construcción. Sin embargo, la capacidad sobre el papel no se traduce en seguridad real. El cuello de botella está en la distribución. Más de mil plantas reciben, almacenan y despachan GLP hacia cilindros, autotanques y tanques estacionarios, pero muchas operan con infraestructura envejecida y limitada. “La mitad del problema está en que seguimos moviendo un combustible crítico con instalaciones que ya no responden a la demanda actual”, advirtió Pech.
La estructura del mercado, está altamente concentrado y dominado por pocas empresas que controlan rutas, logística y capacidad operativa. Esto limita la competencia, inhibe nuevas inversiones y, para Pech, “crea un ecosistema en el que nadie quiere apostar a largo plazo, porque no hay garantías de recuperación de la inversión”. La inseguridad profundiza el problema. El robo de GLP mediante tomas clandestinas, conocido como “huachigas” se convirtió en una amenaza creciente que genera pérdidas y pone en riesgo a comunidades enteras.
A esto se suma una regulación lenta, burocrática y difícil de cumplir. Abrir una nueva planta, modificar una existente o integrar rutas adicionales es un proceso engorroso que desincentiva a operadores y retrasa mejoras urgentes. Además, la infraestructura carretera y ferroviaria del país no siempre acompaña las necesidades logísticas, lo que complica aún más el transporte de autotanques.
Pech relató que si México enfrentará una interrupción repentina de importaciones, la crisis sería inmediata. Esto obliga a pensar en un enfoque integral que fortalezca ductos, almacenamiento, seguridad y competencia, pero también incentivos reales para que los privados vuelvan a invertir en logística. “México debe apostar por la creación de nuevos ductos. Transportar GLP por carretera es ineficiente, caro y riesgoso. La única forma de bajar costos al usuario final es mover el gas de manera masiva y segura”, declaró.
Fuente: Surtidores Latam – Sol Bermo
