Fue con gran tristeza que recibimos, en la mañana de hoy, noticias de que una explosión de gas en una planta de llenado de gas de cocina no autorizada en la capital de Kenia, la noche del jueves, causó al menos tres muertos y dejó a otras 280 personas heridas, según las autoridades en el país del África Oriental.

El incendio comenzó cuando un camión que transportaba gas explotó en el distrito de Embakasi, en Nairobi, alrededor de las 23:30 horas, «iniciando una gran bola de fuego que se propagó ampliamente».

Según la noticia publicada por CNN África, la Autoridad de Regulación de Energía y Petróleo de Kenia (EPRA) informó que la explosión ocurrió en una planta de llenado de gas de cocina no autorizada. La EPRA afirmó haber recibido solicitudes de permisos de construcción para una planta de almacenamiento y llenado de Gas Licuado de Petróleo (GLP) en el lugar en marzo, junio y julio de 2023, pero todas las solicitudes fueron rechazadas, ya que no cumplían con los criterios para una planta en esa área.

El GLP es un producto seguro, pero altamente inflamable, lo que exige de la industria una gran responsabilidad en su manejo en todos los eslabones de la cadena de producción y distribución.

Esta seguridad, resultado de una regulación económica virtuosa y de altos estándares en la calidad de los servicios ofrecidos, es al mismo tiempo una de las mayores virtudes del sector y un enorme problema. Esto se debe a que el alto nivel de seguridad de nuestra industria a veces lleva a una cierta «displicencia» por parte de los reguladores, ya que no se percibe la verdadera importancia de mantener rigurosos estándares de calidad para la seguridad del consumidor.

Este lamentable accidente nos alerta sobre los reales peligros que las actividades comerciales realizadas al margen de la regulación representan para la población. Las primeras impresiones nos llevan a creer que una empresa que realizaba llenado no autorizado puede haber causado la muerte de 3 personas y herido a cientos. Nada de lo que se diga ahora puede considerarse como concluyente, pero las primeras impresiones indican que las autoridades fiscalizadoras no actuaron de manera lo suficientemente efectiva para hacer cumplir la regulación vigente, ya que la empresa ya había tenido una solicitud de operación rechazada.

En este sentido, como entidad representativa y a la luz de lo sucedido en Kenia, es con preocupación que observamos, en América Latina, algunos casos de total informalidad o de instalaciones que, aunque autorizadas, operan al margen de las normas, buscando a veces apoyo en el poder judicial. Es importante señalar que estas normas existen, no para reservar el mercado, sino para garantizar la responsabilidad de quienes operan y distribuyen el GLP, manteniendo los altos niveles de calidad y seguridad que observamos en muchos de los países de nuestra región de actuación. Por esta razón, debemos estar atentos a los peligros que la tolerancia puede representar para la sociedad.

Entendemos que la búsqueda de la mejora de las condiciones de competencia es siempre un objetivo válido y debe ser perseguido por las autoridades reguladoras. Sin embargo, no podemos renunciar a la calidad y mucho menos a la seguridad, ya que los resultados son conocidos.

De vez en cuando, vemos accidentes como este, cobrando vidas y causando pérdidas materiales significativas. Como industria, debemos estudiarlos, comprender dónde podemos mejorar y hacer todo lo posible para evitar que se repitan. Esto se aplica a todos los agentes del mercado, incluidos los reguladores.