Un análisis en el contexto de la segmentación tarifaria que se da en el servicio de gas por red.
A dónde va el Programa Hogar con Garrafas, tras la llegada del súper nuevo ministro de Economía, Sergio Massa y la nueva secretaria de Energía, Flavia Royón. Lo que muchos comienzan a preguntarse es si habrá una reformulación en sus características o habrá continuidad del mismo, en un contexto donde la segmentación tarifaria en gas por red y electricidad vino para quedarse.
Tanto Royón como su equipo de funcionarios, se encontrarán con un Programa, que con sus matices y adecuaciones, comenzó a fines del 2008 y el próximo año cumplirá 15 años de vigencia ininterrumpida. En este lapso, el negocio del gas envasado estuvo signado por la fijación de precios de compra, como así también de venta. Todo esto estructurado a partir de los subsidios, que hoy sólo están dirigidos a los extremos de la cadena: la producción y el consumidor.
En estos nuevos aires que corren desde el Gobierno y en el marco de una segmentación de las tarifas de luz y gas, algunos sostienen si no es hora de que en el gas envasado también se aplique los subsidios sólo a quienes lo necesiten y nada más.
Con casi tres millones de beneficiarios directos (viviendas particularmente), en el Programa Hogar con Garrafas se abona $496 por garrafa a cada hogar, y con un máximo de tres garrafas por mes por beneficiario. Sólo en éste subsidio, la erogación es de casi $1.500 millones de pesos mensuales. Hay que sumarle otro tanto a lo que reciben las empresas productoras de GLP, que comercializan butano subsidiado a $20.000 contra los $81.000 que sale a precio de paridad de exportación.
De esta forma llegamos al precio final de venta de $710, el cual abona aquel que no está en el Programa. De esta forma el precio final sigue estando subsidiado. Y para otros aún más, porque reciben el beneficio del Programa Hogar.
Algunos piensan que se podría hacer un mix, entre merma de subsidios y acercamiento a precios más acordes a los valores de referencia. Que el subsidio continúe sólo para los que están anotados en el Programa Hogar, bajo la coordinación del Anses. Mientras que el resto que no está, podría ir abonando otro valor. Es decir, iniciar un camino hacia una quita el subsidio en el precio final y que empieza a tener una lógica diferente para darle autonomía a todo el sistema y que deje de depender de subsidios y de la Asistencia Económica Transitoria (AET) a las empresas fraccionadoras y distribuidoras, que le sirve para compensar los mayores costos, debido a la inflación y devaluación.
Es decir, un mayor precio final de venta que le quite a las arcas del Estado el esfuerzo de solventar la AET. En otras palabras, los $200, en promedio, de la AET saldrían del mercado mismo.
En síntesis, re direccionar el subsidio para que lo reciban solamente los que necesitan y aquellos que no lo tienen puedan abonar una garrafa acorde a los valores de referencia. O con menor carga de subsidio.
De plantearse una situación así, debemos pensar en qué valor estaría una garrafa que no tuviera subsidio alguno. Hoy un envase de 10 kilos de butano a precio libre estaría en un costo de entre $1.700 y $2.200, aproximadamente, según la zona de competencia. Este valor surge del precio de la tonelada de butano a $81.000, según dato de la Dirección Nacional de GLP. Hoy el precio de venta en puerta de depósito es de $710. Es decir, está al 30% del precio de la tonelada de exportación.
Lo que habría que preguntarse es cuál sería el impacto en el consumo y las ventas. ¿Se mantendrían los volúmenes de butano por encima de las 700 mil toneladas anuales¿ ¿Caerían las ventas en niveles de alarma¿
Para algunos, la no intervención de algún tipo de subsidio sería un estado ideal. Sin embargo, habría que ver después si ese estado ideal cómo repercute en el volumen comercializado. Tal vez hablaríamos de un negocio rentable con menor ventas, o un negocio con mucho volumen, pero con una menor rentabilidad y con subsidios.
La experiencia internacional indica que tener precios libres tiene sus inconvenientes, como se observa en algunos países de América latina donde las propias envasadoras solicitan a los Gobiernos algún tipo de compensación o de subsidio para alentar una mayor venta de productos en los sectores más humildes.
En estos momentos de cuentas fiscales escuálidas, de problemas cambiarios y financieros se hace necesario repensar este tipo de programas. El aporte debe ser desde la esfera gubernamental como así también desde el sector privado. Los problemas actuales pusieron en evidencia cómo se invierten los dineros públicos.
Y el mejor ejemplo se está dando con la segmentación tarifaria en el gas por red y la electricidad, que un principio se pensó que sólo un 10% de la población, los de mayores recursos, no tendrían subsidio alguno, y con la puesta en marcha de la medida, ya alcanzó al 30% de los usuarios.
Habrá que ver cómo se sigue desarrollando la cuestión para saber si depende o no una redefinición el Programa Hogar con Garrafas.