Un problema invisible que afecta a millones

En América Latina, millones de familias aún viven sin acceso adecuado a la energía moderna. Cocinas a leña y combustibles improvisados siguen siendo la realidad de cerca de 90 millones de personas, según estimaciones de la CEPAL y la OMS. El resultado es devastador: enfermedades respiratorias, muertes prematuras —principalmente entre mujeres y niños— además de impactos económicos y ambientales.

Este escenario, conocido como pobreza energética, no aparece en los titulares con la misma frecuencia que otros problemas sociales, pero limita de manera silenciosa la calidad de vida y perpetúa desigualdades. Resolver esta cuestión es condición básica para el desarrollo sostenible de la región.

El papel estratégico del GLP

Entre las soluciones disponibles, el Gas Licuado de Petróleo (GLP) ocupa un lugar central. Presente en millones de hogares, el cilindro de gas es sinónimo de dignidad y seguridad alimentaria. Además de ser más limpio que la leña y el carbón, el GLP contribuye a la salud pública, reduciendo contaminantes dentro de las viviendas y evitando la deforestación.

Su versatilidad también fortalece pequeños negocios y su capilaridad garantiza seguridad energética en regiones aisladas, funcionando como un puente entre combustibles tradicionales y fuentes renovables. Pero, para que cumpla su papel, son necesarias políticas públicas que aseguren acceso universal y precios justos.

Brasil toma la delantera: nace el “Gas del Pueblo”

Con este desafío en mente, el gobierno brasileño lanzó en septiembre de 2025 el programa Gas del Pueblo. La iniciativa promete proporcionar cilindros gratuitos de GLP a 15,5 millones de familias en situación de vulnerabilidad, alcanzando a unos 50 millones de brasileños.

El programa triplica el alcance del antiguo Auxilio Gas y apuesta por la entrega directa del cilindro en lugar de transferencias monetarias. La meta es ambiciosa: distribuir 65 millones de cilindros por año a partir de noviembre de 2025, con un presupuesto de 3,57 mil millones de reales en el primer año y 5,1 mil millones en 2026.

Como declaró el ministro de Minas y Energía, Alexandre Silveira, en el lanzamiento en Belo Horizonte, “el gas de cocina pasa a ser tratado como un artículo esencial, fundamental para garantizar dignidad y seguridad alimentaria”.

Cómo funciona en la práctica

El beneficio está destinado a familias inscritas en el Registro Único (CadÚnico), con prioridad para las más pobres, especialmente las que ya reciben el Bolsa Familia.

  • Familias pequeñas recibirán hasta 3 cilindros por año.
  • Familias medianas, hasta 4 cilindros.
  • Familias más grandes, hasta 6 cilindros.

El acceso se facilitará mediante múltiples canales: aplicación oficial, tarjeta del programa, vale impreso en agencias de la Caixa y también el propio tarjeta Bolsa Familia.

Los puntos de venta acreditados tendrán identidad visual estandarizada, y las distribuidoras más grandes estarán obligadas a atender regiones sin centros de retiro. Con ello, el gobierno asegura que el beneficio llegue también a ciudades remotas, especialmente en el interior del Norte y del Nordeste.

Más allá de la cocina: impacto social y sanitario

El impacto esperado va mucho más allá del alivio en el presupuesto familiar. El Gas del Pueblo debe reducir drásticamente el uso de leña en unos 12 millones de hogares, combatiendo enfermedades respiratorias, quemaduras y accidentes domésticos.

Al liberar a las familias —sobre todo a las mujeres— del tiempo dedicado a la recolección de leña, el programa también abre espacio para más productividad, educación y oportunidades de trabajo. Se trata de una política que combina salud, inclusión social y sostenibilidad ambiental.

Un ejemplo para América Latina

Brasil demuestra que es posible transformar la lucha contra la pobreza energética en política de Estado. El Gas del Pueblo ofrece lecciones valiosas para otros países latinoamericanos:

  • Integración con programas sociales ya existentes, lo que amplía el alcance y reduce costos administrativos.
  • Cobertura nacional, incluyendo áreas remotas a menudo olvidadas.
  • Diversidad de mecanismos de acceso, garantizando que nadie quede fuera.
  • Presupuesto consistente, asegurando la continuidad de la política.

Para países donde millones aún cocinan con leña, la experiencia brasileña puede inspirar soluciones propias, adaptadas a sus realidades locales.

Conclusión

El Gas del Pueblo no es solo un programa brasileño: es un hito en la lucha contra la pobreza energética y un ejemplo para toda América Latina. Al garantizar cilindros gratuitos a millones de familias, Brasil demuestra que el acceso a la energía limpia y segura es una cuestión de dignidad, salud pública y justicia social.

Si se replica, este modelo puede acelerar la transición energética inclusiva en la región, transformar vidas y acercar a América Latina a la meta de energía limpia y accesible para todos.

Fabrício Duarte

Director Ejecutivo